miércoles, 24 de agosto de 2011

Borges cede su espacio: La ventana indiscreta

¿Será que uno es incapaz de darse cuenta de lo que tiene a mano, que no ve lo esencial o deslumbrante, y que recién cuando alguien dueño de esa capacidad de descubrimiento se lo marca, recién comprende aquello que lo rodea?
¿O el simple hecho de considerar un lugar como "habitual" hace que no miremos como corresponde? ¿O siendo más humanos todavía, será que tanta atención ponemos en las chicas que se pasean por peatonal Córdoba que no somos capaces de levantar la vista a más de un metro ochenta del suelo?
En mi caso, quizá me apunte a la primera opción para no pecar de baboso, pero conscientemente debería marcar la tercera. No me hago cargo de lo que quieran indicar aquellos que desconozcan lo que vamos a mostrar y hayan estado por la peatonal de calle Córdoba de la ciudad de Rosario.
Pero para ello, debemos remitirnos al principio. Y eso ocurre en el interior del recinto de Sarmiento y Santa Fe, aquel que habitara horas y horas el Negro Fontanarrosa, y que ahora, legado como patrimonio cultural rosarino por excelencia, transitan cientos de personas día a día.
Entre ellos, nosotros. Es decir, los mencionados en la crónica del último sábado: el genio Decur, el guitarrista Paul Grill, el maestro Felipe R. Avila y quién escribe.
Cuando culminamos de comer, brindar, tomar el café, reírnos de la "gran Felipe" y guardar cada uno de los detalles de ese encuentro en nuestra memoria, partimos hacia el exterior del bar El Cairo. Y bien lo señala Paul en un comentario de la mencionada crónica, en la salida repartían yerba mate seleccionada.
Seleccionada no la yerba, sino la gente que la recibía.
Paul recibió su paquetito y un folleto, en cambio, quién escribe y el gran Decur fuimos "ninguneados" por la promotora, que dada su actitud, no diré si era linda o no. Pero no así Felipe, que rápidamente se dio cuenta que si apuraba su paso y salía con nosotros, sería considerado "parte del grupo" por la señorita. En cambio, retrasó su andar, quizá dio una o dos vueltas a alguna de las mesas cercanas, se ató los zapatos y recién allí apuntó hacia la salida. Y por las dudas, que así y todo lo saltearan en la "selección", se plantó delante de la promotora y con amabilidad solicitó su paquete. Esto, claro que si, narrado con toda la envidia que se imaginan, por no tener ni la sagacidad ni el coraje de hacer lo mismo.
¿Por qué cuento esto? Porque ya vemos con este ejemplo, la perspicacia de nuestro querido dibujante. Fue entonces, que haciéndole creer que el hotel donde paraba con su familia quedaba cerca, dijimos de acompañarlo a pie. Es decir, nosotros teníamos ganas de caminar. A Felipe nunca le preguntamos.
Sin embargo, esa caminata, placentera, que ayudaba a quitarse el frío de encima, deparó para Felipe el descubrimiento que hablábamos al principio del relato. Fue en calle Córdoba, casi llegando a Laprida. Caminábamos hablando, despreocupados, sonrientes, cuando de golpe la mano que con destreza dibuja cada semana a Borges (que hoy nos presta su espacio, dicho sea de paso) señaló al cielo, o más precisamente, a una extraña construcción en la cima de un edificio.
- ¡Una ventana a la nada! - gritó.
Todos miramos extrañados hacia lo alto, pensando en que algo le habían puesto a su café o bien, que se había bebido el agua con azúcar y ahora su organismo estaba alterado y a punto de estallar en delirios y visiones, como sucede con ciertas drogas. Pero no. Felipe estaba en lo cierto. Allí en lo más alto de un edificio, encaramada como fiel guardián, aquella ventana daba a la nada misma.
- Guau - dijimos todos, absortos ante tanta magnitud y desorientados ante la verdad inequívoca de transitar tantas veces por ese lugar y jamás, haber levantado la vista más allá de los hombros de alguna señorita de no demasiada altura.
Y surgieron las preguntas, cómo ocurre ante lo desconocido. ¿Hacia donde apunta? ¿Quién la construyó? ¿Quedó afuera del presupuesto? ¿Tiene un significado sobrenatural? ¿La construyeron los extraterrestres?
Miles de interrogantes pasaron por nuestras mentes en tan solo segundos, eclipsados ante el descubrimiento de nuestro propio Colón, el querido Felipe. El "saquémonos una foto con la ventana de fondo" del propio dibujante nos arrancó de la ensoñación.
Paul tomó la cámara, nosotros posamos y la ventana indiscreta sonrió al fondo. Nos fuimos, mirándola de reojo por encima de los hombros, hasta que al doblar la esquina, la perdimos para siempre. ¿Seguirá estando cuando volvamos otro día? ¿Habrá sido la aparición mística de un solo día, agasajando el encuentro? ¿En que pensará esa ventana, tan alta, tan a la nada? Es extraño que jamás la avistáramos, que tuviera que venir Felipe desde tan lejos para decirnos "allí, allí arriba señores, allí está la ventana de nuestras vidas, en la que si nos asomáramos hacia un lado, veríamos el futuro, y hacia el otro, el pasado".
Quiero creer que esa es su función, pero que está tan inaccesible, que nadie logrará jamás su cometido. No se si Felipe habrá vuelto luego con su familia, para mostrarles su descubrimiento o bien, si lo guardó con recelo, para sus adentros. Es que cosas como esas, se vuelven muy de uno. Es más, estoy sospechando que suprimiré esta entrada antes de publicarla. Intentaré resistir ese impulso que siento, que me está ganando de a poco la pulseada.
Si acaso leen esto, es que ha triunfado la cordura. Pero creo que volveré pronto a Rosario. Por un lado, necesito ver esa ventana de más cerca. Por el otro, no puedo creer que Paul y Felipe recibieran un paquete de yerba mate y yo no.

Ernesto Parrilla

5 comentarios:

SIL dijo...

Una ventana al cielo.

Ese tipo de oportunidades son únicas, efímeras y prodigiosas.

Seguramente no estará igual cuando vuelvas.

Hicieron bien en eternizarla en una foto.

Beso


SIL

Felipe R. Avila dijo...

La verdad que habría seguido caminando una hora más con tal de ir acompañado por tan buenas personas como son Decur y Pablo...ah, ¡y calaverita también!

Felipe R. Avila dijo...

Neto te pasate con el texto,
muy bueno, gracioso,ingenioso y completo.
Hasta dejás un lugarcito para el misterio...

¡Te agradezco los elogios!
¡Son demasiado para mi!

Netomancia dijo...

No era gratis, ya te llega la boleta en cualquier momento jaja.

el oso dijo...

Para mí que se fumaron la yerba estos zainos!!