sábado, 20 de agosto de 2011

Crónica de un encuentro con grandes tipos

Rosario, se iba el mediodía, primeras horas de la tarde de viernes y el frío calaba los huesos. Resignados ya al faltazo con anticipación de don Oso, de gira provincial educativa, y al sorpresivo "no puedo ir", entre mocos y estornudos, del siempre controvertido Don Belce, aguardábamos junto a Paul Grill la llegada del genio Decur.
En tanto, nos preguntábamos, como casi siempre sucede con el porteño (pero con corazón de barrio) Don Felipe, a que hora pensaría dar aviso para concurrir al lugar señalado con antelación. Nos enteraríamos mucho después que intentó comunicarse, pero entre la señal paupérrima de su servicio de celular y mi poco afecto a tener el teléfono cerca, hicieron que dicho entendimiento nunca se llevase a cabo. La vida es eso, un intento casi continuo de querer entenderse y no lograrlo.
Pero llegó Decur, contento como perro con dos colas, no solo por la inminente aparición de su primer libro a través de "Ediciones De la Flor" (grande Guille!!) sino porque en la edición de este mes de "Un Mundo Mejor" (revista mensual) había salido una nueva página suya, y nada menos que el entrañable Chicho, uno de sus personajes más tiernos. Vale la pena destacar aquí que dicha revista sería posteriormente garroneada en forma directa y sin sutilezas, por el amigo Felipe, dedicatoria de por medio.
Como en el famoso juego, mirábamos a todas partes y nos preguntábamos ¿dónde está Felipe? En tanto algunos clamaban por su cabeza, otros fueron más prácticos: "vayamos a esperarlo al bar". El bar no era cualquiera, sino uno emblemático, atractivo para locales y foráneos: El Cairo.
Allí nos instalamos, casi de casualidad, dado que no había lugar ni para un alfiler. Aunque fue casi emotivo ver como nosotros entrábamos y el Chango Spasiuk quedaba parado en la puerta, esperando que se desocupara una mesa. A punto estuvimos de invitarlo a la nuestra, pero suspendimos todo gesto de bondad: ¡Felipe se comunicó al celular! Promesa de diez minutos, viaje en taxi y arribo inmediato. Aceptamos y escondimos entonces los garabatos en su contra que habíamos hecho en las servilletas.
Por supuesto, Felipe no es de los que entran por la puerta principal directamente. No, si así lo creen, es que no lo conocen. Primero se acercó a nosotros a través de la ventana, observándonos un buen rato, hasta que alguno se percató de su presencia. Recién entonces, complacido de nuestra advertencia visual, se dignó a irrumpir con su presencia en el recinto de Santa Fe y Sarmiento, que inmortalizara el Negro Fontanarrosa, su cliente más famoso, en tantos relatos.
Abrazos, comentarios graciosos, intercambio de obsequios varios (ahora que lo pienso, Paul no regaló nada) y el momento crucial ante el crugir de estómagos, que parecía un coro de sapos, aunque la imagen sea muy chocante. Elegir el menú. Fue un 85 para Decur, un 86 para mi, un 89 para Paul y un 135 para Felipe. Grill además pidió un 536 para tomar. Si alguna vez van al Cairo, miren la carta y descifren que comimos. Había que pedir por códigos, me sentí en el futuro.
El mozo fue muy gentil, hasta nos sacó una foto. Salimos bien, los seis (si, los seis). Felipe quería sacarse una con el Chango, como buen cholulo, pero veniéndosela venir, el músico (que estaba en la mesa de al lado) bebió rápido su cafecito mientras nos atragantábamos con los sánguches deluxes que pedimos, y salió raudo hacia la calle.
Neto, Felipe y Decur, brindando
en nombre de los que no están
Hablamos largo y tendido, como estas ocasiones así lo requieren, disfrutando las palabras, las anécdotas, lo que cada uno tenía para contar. Es una forma de atrapar el tiempo, de hacerlo nuestro, de decirle a las distancias (geográficas, espaciales y temporales) que no existen, que no creemos en ellas. Y es por eso, que a cuenta gotas (las veces que nos vemos) esta amistad es cada vez más grande y necesaria.
Sin embargo, algo le faltaba al encuentro. Es difícil explicar, pero venía siendo muy normal. Nos reíamos, la pasábamos bárbaro, le sacábamos el cuero a los ausentes como debe ser, pero faltaba la cuota. Si, esa misma, la que están pensando. La que nos deleitó en Empalme con el queso chorreando sobre su camisa y el sifonazo que remató la escena; la misma que nos hizo temer por represalias en un bar capitalino, al romper el asiento en el que estábamos sentados. Faltaba la "gran Felipe".
Y llegó cuando menos lo esperábamos, en la sobremesa. En realidad sospechamos que el cambio de mozo (salió mozo piola, ingresó moza calificada con un diez por todos nosotros) fue el causal de lo sucedido o al menos, cómplice del destino. No está Decur aquí cerca ahora mismo, pero me lo imagino diciéndome "destacá lo de la sed, destacalo". Si, porque el más necesitado de líquido era el propio Felipe. Lo necesitaba en forma desesperada, por sus desgarradores gestos en el momento de recalcarle a la bella moza "traéme un vasito de agua por favor" varias veces, mientras la misma se retiraba con el pedido que incluía tres cortados y una gaseosa (era un agua soda, pero no nos entendimos con Felipe, pasa en las mejores parejas de truco).
Neto: ¿Ahí?
Felipe: Si, ahí. Si te seguís riendo,
terminás ahí.
Volvió a los pocos minutos, atareada, llevando pedidos a varias mesas. Terminó en la nuestra y repartió la gaseosa y los pocillos con el cortadito, y al lado de cada uno, dejó el vasito de agua. Pacientemente, quién escribe, aguardó que destapara la gaseosa, cosa que nunca ocurrió, por lo que tuve que pedirle, cuando se iba, que recordara ese pequeño detalle, porque de lo contrario iba a tener que usar la técnica del filo de la mesa y por ser El Cairo, no quedaba muy prolijo. Peeeeeero, esa no es lo gracioso, ni se acerca. Lo gracioso llegó justo aquí. En el momento exacto en el que la moza destapa la gaseosa y Felipe, distraído por esa presencia, apurado por acotar algo a la poca bolilla que me había dado la chica olvidando el destape (el de la botella), comete el mayor de los delirios: vaciar el contenido del sobre de azúcar NO en el pocillito de café, sino en el VASO de agua que tanto necesitaba y gritar luego, a viva voz, ya con el sobrecito plano y el agua turbia: "¡Mirá dónde lo puse!".
Hubo lágrimas, estómagos que se doblaban en dos y reproches por no tener (yo) la cámara fotográfica preparada y a mano. Pero no se asusten, hubo final feliz. A Felipe le trajeron otro vaso de agua (mucho más grande, para que no lo confundiera otra vez) y terminamos el encuentro en paz, con las almas empachadas de buenos momentos.
¿Pero... no éramos cuatro?
Una pena que no hayamos sido seis, como nos habíamos propuesto, pero los cuatro que estuvimos la pasamos de maravilla. Y la promesa, claro, de repetirlo en cualquier momento, cuando el destino se empeñe otra vez en acercarnos.
Queda en el tintero otra historia, misteriosa, de una ventana hacia la nada, registrada fotográficamente, pero eso será en otro capítulo de... bueno, aquí, en Olvidados, uno de estos días.
Gracias por leer esta crónica, que a pedido de Felipe escribí, porque más que lectores, ustedes son amigos y contarles esto, es como haberlos tenido en la misma mesa. Aunque sería lindo tenerlos allí alguna vez, de cuerpo y alma, brindando por la amistad.

12 comentarios:

SIL dijo...

¨La vida es eso, un intento casi continuo de querer entenderse y no lograrlo.¨

Peeeeero, cuando hay cariño y hay ganas, se rompe prodigiosamente la regla, y amerita fotos y crónica.

Beso

SIL

Don Belce dijo...

1 - Faltó alguien que gastara como se merece a Felipe por la "gran felipe" -también conocida como "felipada"-
2 - La aclaración sobre que Paul no regaló nada es innecesaria.
3 - Lo de los códigos no se los creo, esos números tienen que ver con el peso en kg de cada uno, pusieron un 536 que bebió paul para despistar.
4 - Los profesionales fotogénicos fueron contratados por el oso y por mí para evitar un daño mayor por nuestro desprecio y/o rechazo.
5 - Dentro de poco dirán: "en el Cairo, donde van siempre el dibujante famoso Decur y el nobel Parrilla... ah! si y donde iba ese tal fontanaroja! Y ese quien es?"
6 - Que raro Felipe con problemas de comunicación
7 - La próxima no falto, si es que me invitan, ya que uds son muy revanchistas.
8 - Me alegro que todo haya salido lindo! (Aunque el alma de las reuniones somos el Oso y yo)
9 - Abrazos!

Martha Barnes dijo...

¡Es un relato muy pero, muy simpático y no paro de reirme.Me hubiera gustado verlos.Neto sos único !!!

Con tinta violeta dijo...

Genial, Neto, gracias por compartir vuestras andanzas!!!. Bueno , que D Belce no llore tanto y aparezca la próxima vez (que raro habiendo comida y no teniendo que trabajar...,ji,ji. Simpático encuentro, y el lugar muy chulo. Lo de pedir por número ya va siendo habitual por todas partes, aunque a mí me gusta el pedido tradicional.
Besos!!!

Felipe R. Avila dijo...

Quiero desmentir algo: no me distraje por la moza, una miña de la edad de mi hijita, sino porque la moza no le aabria la gaseosa a neto y este ensayaba ua especie de súplica silenciosa cxon la botella cerrada en la mano derecha y la mano izquierda se agitaba en un signo de "¿por que e hacen esto?"
jojojola ventana es misteriosa hoy la vi de dia y hay un edificio con dos leones gigantes que...merece una foto che...

Felipe R. Avila dijo...

texto corregido (no veo nada,che!):
Quiero desmentir algo: no me distraje por la moza, una niña de la edad de mi hijita, sino porque la moza no le abria la gaseosa a Neto y éste ensayaba ua especie de súplica silenciosa con la botella cerrada en la mano derecha y la mano izquierda se agitaba en un signo de "¿por que me hacen esto?"
jojojo
La ventana es misteriosa hoy la vi de dia y hay un edificio con dos leones gigantes que...merece una foto che...

Don Belce dijo...

Hablando en serio, le expliqué a Neto la razón de mi ausencia, la próxima no les fallo.
Abrazos

Paul Grill dijo...

Vengo a defenderme: como que no regalé nada?? Mi presencia como fan de lo que uds hacen...les parece poco?

Muy bueno todo, faltaba que el chango saque el acordeon nomás...pero lo del azúcar fue monumental! Se llevó todos los aplausos. Ahh en el relato te faltó contar algo...al salir del bar la reaccion de alguien al ver que me regalaban un paquete de yerba y a él no.. jua jua!!

Netomancia dijo...

Jajajajaja lo de la yerba (aclará que era Amanda boludo, que te van a llevar preso).
Es verdad, pero eso va en el otro relato, con la ventana de Felipe.
Jaja, claro que eso no te distrajo Felipe, pero hay que exagerar las cosas. En realidad me estuviste observando en todo momento mientras yo seguía a la moza con la mirada esperando el momento que sacara el destapador, fuiste el único que se dio cuenta de mi pedido mental jaja.
Un gran abrazo!

Felipe R. Avila dijo...

es que soy un mentalista de la hostia!

Sr. Cairo dijo...

Qué bueno!!!!
Los felicito.
Que suerte haber podido estar allí.
Creo que si veo a Felipe metiendo el azucar en el vaso de agua, me parto de la risa y me tienen que internar.
Muy bueno el relato.

Un abrazo a todos,

Felipe R. Avila dijo...

¡Muy bueno el relato!
Don Belce, se lo extrañó a usted y al Oso maestro de los maestros.