Verdelia fue durante mucho tiempo, una aldea mágica. Escondida al final del bosque Azulado, el camino hacia sus hermosas callejuelas era un secreto muy bien guardado.
No todos podían atravesar el bosque, por más que hubiesen conseguido un mapa de cómo llegar. Pues el bosque era el guardián de la aldea.
Sus árboles eran atentos vigías, cuyas ramas cobijaban a cientos de animales dispuestos a colaborar con la tarea de alejar a los intrusos.
Es así que los pájaros sobrevolaban las entradas al bosque, en busca de extraños con fines malévolos. Las ardillas se movían con velocidad y llevaba mensajes de un lado a otro, según las noticias que les trajeran los pájaros. Algunas lechuzas colaboraban, pero solían ser perezosas.
Los topos se encargaban de vigilar bajo tierra, si bien por allí nunca se veían intrusos. Los conejos sospechaban que los topos solo querían dormir la siesta.
Pero no solo los animales del bosque protegían aquellas tierras. También los seres mágicos, como los duendes y los enanos, que si bien no eran muy amigos entre si, cuando se trataba de Verdelia olvidaban sus diferencias.
Y no se puede dejar de mencionar el trabajo de las hadas, que con su polvo mágico desorientaban a los viajeros continuamente, haciendo que olvidaran que caminos habían tomado para llegar hasta el bosque.
Se podría decir que Verdelia vivió en paz a lo largo de varios siglos y que fueron felices muchas generaciones de aldeanos, que en agradecimiento al bosque y sus habitantes, varias veces al año hacían hermosas fiestas, homenajeando a sus protectores.
Pero... porque siempre hay un pero, el mundo que rodeaba Verdelia y el bosque, fue progresando cada día más. Y avanzando. Atrás en el tiempo habían quedado las épocas de caballeros y armaduras, de castillos y dragones. Pero dado que nadie podía entrar al bosque y llegar a Verdelia, aldeanos, seres mágicos y los animales, jamás se enteraron de todo ello.
Y tanto creció y cambió ese mundo lejano, que las personas se movilizaban en modernos transportes, las ciudades eran enormes construcciones con calles interminables y altos rascacielos.
Esas ciudades se expandían cada vez más, ocupando lo que en otros tiempos solo era tierra y vegetación. Cada amanecer el sol veía como el verde desaparecía y se convertía en el gris del cemento. Y sufría, tanto como la luna en las noches.
Las personas ya no tenían más lugares donde construir y decidieron sacrificar los bosques.
Una mañana los pájaros del bosque Azulado trinaron asustados, temerosos de lo que sus ojitos les mostraban. Enormes maquinarias que nunca antes había visto avanzaban velozmente hacia las entradas del bosque.
De inmediato dieron la voz de alerta, movilizando a las ardillas y a las lechuzas. De pronto los duendes llamaban a la puerta de las casas de los enanos, mientras las hadas corrían a avisar a los aldeanos, en la hermosa Verdelia.
Nuevos mensajes llegaban de parte de los pájaros: las maquinarias estaban arrasando con los primeros árboles. El gemido de dolor del bosque llegaba a los oídos de los habitantes de Verdelia y a muchos se les llenaron los ojos de lágrimas.
¿Qué haremos? preguntaron en la aldea. Y nadie sabía que hacer. Nunca se habían enfrentado a un peligro así. Esas máquinas enormes parecían querer hacer desaparecer el bosque.
Entonces, sabios como siempre, los duendes tuvieron una idea.
¡Escondamos el bosque!
¿Cómo? preguntaron al unísono los enanos, las hadas y los aldeanos.
Y los duendes entonces les mostraron: Tomaron una flor y con cuidado la sacaron de su sitio y corrieron con ella hasta una de las guaridas de los topos. Y una vez que tuvieron el permiso de estos, entraron a sus pasadizos subterráneos.
Entonces los demás entendieron. Los duendes querían llevar el bosque bajo tierra, o al menos, todo aquello que pudieran salvar.
Los animales del bosque, los aldeanos y los seres mágicos se pusieron a trabajar con gran ritmo y mucho entusiasmo. Parecían hormigas llevando hojas al hormiguero. Plantas, árboles, las casitas de la aldea, cercos, animales, rocas... todo aquello que formaba parte del bosque, se estaba mudando bajo tierra.
Trabajaron durante muchos días, con el fin de lograr salvar más de lo que las maquinarias estaban destruyendo. Cuando Verdelia estuvo completamente bajo tierra, en los complejos y extensos pasadizos de los topos, decidieron terminar con la mudanza. Gran parte del bosque estaba abajo.
Los animales, los seres mágicos y los aldeanos se despidieron de aquello que no habían podido llevar, saludaron con tristeza el cielo y descendieron a los pasadizos.
Días después escucharon el ruido de las maquinarias pasando por la superficie. Pero ellos estaban a salvo. Con el tiempo, donde estaba el bosque se construyó una ciudad. Y el celeste del firmamento quedó sepultado entre enormes rascacielos.
Verdelia sigue existiendo, muy escondida, debajo de nuestros pies. Se desconoce el lugar exacto, porque eso sigue siendo un secreto. Pero lo más maravilloso es que sigue rodeada por el bosque Azulado y en él, viven las criaturas más fantásticas.
Tan es así, que a pesar de estar bajo tierra, la leyenda dice que el mismísimo Sol baja para alumbrar los días; y la Luna, por las noches, se da una vuelta para arrullar los sueños.
Sobre el cuento, en el Día del Dibujante
La gentileza de
Martha Barnes al cederle el dibujo a Felipe, permitió que el habitual dibujante de "Olvidados" me propusiera idear un cuento infantil a partir de la imagen genialmente dibujada por la talentosa Martha.
Y la idea de Felipe, nunca mas oportuna, de publicarlo hoy por un motivo muy especial: es el
día del dibujante! A Martha, Felipe, y a todos los dibujantes, "Olvidados" les desea un MUY FELIZ DIA!
No dejen de visitar el
blog de esta talentosa artista, donde podrán apreciar un poco de lo mucho que ha hecho en su extensa y exitosa carrera.
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